viernes, 16 de octubre de 2009

LA UNIVERSALIZACIÓN Y MUNICIPALIZACIÓN DE LA EDUCACIÓN EN VENEZUELA...UN MODELO DE TRANSFORMACIÓN SOCIAL.-


Me resistía a creer que la venida de lo que llamaban “el cambio o la revolución” era viable; los vendajes que cubrían mis ojos por tantos años de exposición a la ignorancia e inconsciente colectivo, me conducían magistralmente en automatismos y actos delineados por mensajes subliminales y, por un bombardeo incesante de ideologías, que durante más de cuarenta años de existencia, se estaban agotando y requiriendo un nuevo orden; una transformación profunda, donde el hombre sería objeto y sujeto de su propia acción.
Venezuela, estaba vivenciando un ciclo de involución en sus instituciones y estructura social; La educación en todos sus niveles modelaba una pseudo-conciencia hacia la integración, hacia el respeto a la dignidad y democracia.
Por una parte, los partidos políticos como fuerza de cambio, se mantenían monopolizando los intereses del soberano. El consumismo, la alienación, la ilusión de creer tener el poder, conllevaba a la búsqueda de un mejor vivir, donde el norte se identificaba por la competencia del más fuerte, obviando las potencialidades y el saber autóctono del pueblo. Cada etapa conllevaba a la consecución de algo mejor; se castigaba con “el voto” a quienes no satisfacían las expectativas de mejorar las estructuras para alcanzar el sueño deseado: “mejor salud, educación integral sin exclusión, pleno empleo etc.”. Una y otra vez erramos y, cada vez era mayor el retroceso.
La educación pública pasó de ser la mejor, en cuanto a calidad, a cederle el lugar a la educación privada y consecuentemente, a la marginalidad respecto a la capacitación del pueblo. De esa manera, crecía el número de venezolanos que ingresaban al banquillo de espera por una oportunidad digna de estudiar, ya que sus recursos económicos no le permitían tener acceso a tan codiciado sistema, y mucho menos a incorporarse a las aulas de las universidades. La privatización y la monopolización de cupos en las universidades nacionales, evidenciaban el sustento de una nueva y poderosa fuente de enriquecimiento económico soportado en el paradigma del más competente a nivel intelectual, como camuflaje, dando así relevancia al poder de la información y del saber.
La industria por su parte, en manos de pocos, concentraba otro esquema de formación de sus recursos humanos, basado en el mencionado modelo de “competencias”, donde los beneficiados sólo estaban siguiendo la zanahoria que le colocaban delante, y el patrono llenándose con los resultados de la mencionada productividad; pues el modelo de la industrialización “capitalista”, lo que busca en el fondo es el crecimiento de sus números en las cuentas bancarias, y un mayor dominio de las masas, quedando atrás la machacada teoría de la motivación de Abraham Maslow, respecto a la Auto-realización del hombre.
Poco a poco los llamados “izquierdistas-revolucionarios” junto a otros tanto intelectuales, abanderaban el movimiento(MAS), por allá en los años setenta, abogando por un movimiento anti-imperialista, dejaban huellas significativas de ignorancia, traición y exclusión; lo que sumado a las máscaras de los gobernantes pasados y de dicho presente, hacían crecer aun más la desconfianza en el pueblo.
Llegó la crisis económica; la continua devaluación y luego, el impactante cambio monetario aunado a la pérdida de la identidad nacional. Aumentaba la desconfianza del soberano y el inicio de un incipiente y callado movimiento de transformación, el cual asomó su cabeza un 4 de febrero de 1992; hecho este, que movilizó las fuerzas inertes de liberación para aquel momento, sembrando bases para un cambio posterior en cuanto a lo ideológico y político; cambio que se estaba dando en la intimidad de las mentes sin estar consciente de ello. La fuerza del cambio y de la resistencia al mismo tiempo, iniciaron su danza ante la vida de los venezolanos; danza que aún está presente, donde la primera ha ganado un significativo terreno dando, al mismo tiempo, el lugar correspondiente a la necesaria oposición para propulsar un nuevo “status quo” de la sociedad y, conllevarla a la codiciada liberación de manos del traidor.
De esta manera, me fui dejando afectar por esta fuerza transformadora que va creando conciencia social con paciencia y perseverancia. Observé el proceso y me observé cual espectador de sí mismo, apoyando desde lo mejor que se hacer: desde la educación, como dice Osho; “sacar de la oscuridad a la luz, ya que no sólo de pan vive el hombre”; desde el corazón, creando espacios colectivos de transformación. Una vez recibido el llamado por parte del gobierno regional, para participar activamente en el proceso de educación universitaria municipalizada (llevar la educación barrio adentro) denominado Misión Sucre, no hubo titubeo en mi respuesta; pues un decidido Sí un 27 de Septiembre del 2003 marcó ese mi inició, en este modelo de transformación del pueblo; modelo donde se busca la inclusión a la educación universitaria de los que, por razones económicas, no habían tenido la oportunidad de realizar su deseado sueño. Esta era una oportunidad de sintetizar un cambio de estadio de la conciencia.
Participe en un seminario de inducción y preparación a través del Ministerio de Educación Superior, para ser formada como Profesor Asesor en el área de Orientación y Acreditación en el Municipio Caroní del estado Bolívar, mediante la dirección de un hombre llamado Pedro Sampson y su eficaz equipo de trabajo, docentes de la institución, cuyo distingo primordial era y sigue siendo la excelencia: el IUTEB. Así junto a otros siete compañeros empezamos a empujar la maquinaria del cambio educativo en el municipio Caroní. Nuestra misión estaba delimitada al arranque de este modelo de educación en cuatro parroquias, dando continuidad a un trabajo previo de enseñanza llamado PIU (proceso de iniciación universitaria). Se formó el equipo de trabajo; planificamos en conjunto las estrategias a implementar para asegurar la inclusión del máximo posible de estudiantes, dando cabida a lo que se llama el pago de “la deuda social” y, arrancamos el mes de noviembre del 2003, con un total de 172 estudiantes en cuatro aldeas universitarias (escuelas en los barrios); ello, sin incluir los alumnos que ya habían iniciado el Programa Nacional de Formación de Educadores. El mencionado trayecto inicial de los programas “Científicos, Técnicos y Administrativos”, comprendía tres áreas curriculares a saber: Matemática I, Proyecto Nacional y Nueva Ciudadanía y, Orientación y Acreditación.
Por vez primera, sentía que estaba haciendo algo valioso por mi País, atendiendo un contingente de personas hambrientas por el “Saber”; aprendiendo al mismo tiempo de sus saberes, haceres y pensares; donde la sencillez, la humildad, la colaboración, la solidaridad, el respeto a la dignidad humana y el compromiso de los allí involucrados, marcaba la diferencia con el modelo tradicional de educación universitaria en el cual como educadora, había consolidado una trayectoria interesante a conocer.
Durante mi experiencia en la educación universitaria (privada y del Estado), estaba acostumbrada a espacios centralizados; dotados de laboratorios, ventilación e iluminación adecuada; bibliotecas; campos deportivos etc., toda la infraestructura lógica necesaria, faltando en muchos casos un elemento clave: “La voluntad del estudiantado y el compromiso con su aprendizaje”.
Sin embargo, estar en Misión Sucre, implicaba un giro de la acostumbrada óptica; implicaba salir de la parálisis paradigmática. Era construir el conocimiento a partir del saber y hacer presente, creando espacios asociativos de aprendizaje y conciencia colectiva al educar bajo el modelo “aprender haciendo”; dando un lugar preponderante al desarrollo de proyectos comunitarios; generar la auto-critica, la creatividad en la búsqueda de soluciones a través del desarrollo auto-sustentable; el cooperativismo como modelo endógeno para un mayor bienestar social y, potenciar un proyecto de vida en coherencia al “proyecto País” en sus cinco polos de desarrollo (Económico, Social, Político, Territorial e Internacional). En pocas palabras, se trataba de darle un sentido humano a la vida.
La voluntad del estudiantado (jóvenes y los menos jóvenes) representaba una energía contra la cual ningún obstáculo podía entorpecer el avance; Se construía conciencia en forma paulatina a través de las interacciones humanas presentes, como lo deslucida Maturana, “a través del lenguaje, viviendo las circunstancias de la vida y dejando de sufrir”. Así, un día no tuvimos escuela para dar clase; pues las fuerzas de la oposición nos cerraron el ambiente; ante el hecho, la solución la dieron los mismos estudiantes; ubicarnos debajo de un árbol de mango, en pleno ambiente externo donde los carros, la gente y las eventualidades propias de los barrios y del tiempo, se hacían omisas ante la atención de los alumnos presentes. Así desarrollamos cuatro horas académicas de clase, disfrutando del sol, del canto de las aves, del compartir el calor humano, lo que me hizo remontar a los tiempos de la historia de Andrés Bello, cuando le daba clases a nuestro Libertador Simón Bolívar debajo de un árbol.
La visión que se abrió ante mis ojos, era una imparable ola de cambios paradigmáticos del saber en el hacer, donde se crearían nuevas formas de educación universitaria con un enfoque humanista centrado en los hombres y mujeres de nuestra patria; la educación privada dejando de existir para abrirle campo la educación socializadora y liberadora, donde el estudiantado dejaba su papel pasivo para convertirse en un agente cambio, de transformador social.
Actualmente, me desempeño como docente en una maravillosa institución educativa nacional que me abrió las puertas a esa mi misión social y, la cual ha sido reinventada por Misión Alma Mater como universidad; me dio la oportunidad de crecer en conciencia y sobre todo a aportar desde la posibilidad de lo que mejor se hacer: Educar a través del dialogó, construyendo un pensamiento critico y sobre todo amando a nuestra patria, y aún sigo sintiendo lo de mi primer día: “Una fuerza transformadora y una voluntad contra la cual, ningún obstáculo puede parar este avance de cambio; de revolución de las estructuras mentales, de la conciencia del pueblo”.
Adriana Salazar.

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